Autor: GILBERTO PARRA ZAPATA
FEDERICO GARCIA LORCA
(1898 - 1936)
Prócer de la Poesía, mártir del fascismo
Lechería, Marzo 2015
FEDERICO DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS GARCIA LORCA
Fuente Vaqueros 05/05/1898 – Asesinado en algún desolado paraje en la Provincia de Granada 18/08/1936
Dentro de la fragua lloran
Dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela
El aire la está velando
FGL
Nació en medio de la relativa comodidad de una familia de clase media, formada por Federico García Rodríguez (1859-1945) y Vicenta Lorca Romero (1870-1959). Habiendo sido su vida tan breve, apenas 38 años, ambos padres le sobrevivieron los años suficientes como para haber sufrido, ellos también, persecuciones y humillaciones del cruel régimen franquista.
Excelso poeta y dramaturgo andaluz y español, perteneció a la así llamada Generación del 27. Se le considera un poeta de mitos, su poesía, en verso y en prosa, es esencialmente simbólica, cuyo discurso siempre revela la tragedia de un ser atormentado por su condición humana, siempre como a la defensiva ante la actitud de una sociedad retrógrada y de un tiempo del desprecio, presa de arraigados prejuicios y absurdos convencionalismos sociales. Por supuesto que, estando su espíritu dotado de tanta sensibilidad, esas tensiones existenciales se manifestaron abiertamente en su poesía y en sus obras dramáticas, partiendo de su silenciosa protesta, al poner de relieve símbolos tan emblemáticos como la dicotomía vida-muerte. El suyo es un mundo de sombras, por cierto magistralmente descritos en sus obras, en medio de la casi omnipresente penumbra nocturna, amparada constantemente por lunas, estrellas y magia. Por otra parte, sobre todo en su obra dramática, se evidencia una inclinación casi atávica hacia la condición femenina, reflejada en sus obras más reconocidas y admiradas, tal es el caso de Yerma, Bodas de Sangre, La Casa de Bernarda Alba.
Su discurso, de tanta calidad y penetración en el alma gitana, podría conducir a equívocos, de hecho así sucedió y así generalmente se entendió, porque, sin duda, García Lorca abrevó en las mejores tradiciones de los poetas clásicos y del romancero español, pero ello no sería el caso de su emblemático Romancero Gitano, pues según su propia confesión, de ninguna manera, ni siquiera por haberse vinculado y compenetrado de la manera cómo lo hizo a lo largo de su vida con esa cultura ,ni siquiera por esa razón, necesariamente debe incluírsele en ella. Si hubiere alguna duda al respecto, en una muy íntima confesión contenida en una carta dirigida a su amigo y poeta Jorge Guillén, García Lorca se desmarca, afirmando que solamente se trata de un mito, lo cual de ninguna manera, debe confundirse…”con su vida y su carácter…” Dado que tal deslinde de su parte echa por tierra algunos conceptos muy arraigados acerca de lo esencial de su poesía más adelante, profundizaremos en esa tan contundente afirmación de su parte. Mientras tanto, creemos necesario reiterar que él no abdicó nunca ni mucho menos renegó de su pertenencia a la pequeña burguesía, comenzando desde su propio origen social, su educación elitista, pero sobre todo su sólida formación intelectual, que solamente se obtiene accediendo a centros de formación académica muy costosos, y con ella sus relaciones con lo más granado de la intelectualidad de su tiempo. Más allá de su obra, todo lo anterior bastaría para desmentir esa pretensión de vincularlo, en lo esencial, con la gitanería.
En lo político, su formación liberal, educada en el krausismo, sin embargo no lo llevó nunca a convertirse en un luchador social en el sentido político de la expresión, más bien, habría que identificarlo como un creyente de una fabiana transformación formal y espontánea de la sociedad, por tanto tampoco jamás militó en ningún partido. Su accionar social, aún con toda su constancia y profundidad, se limitó a fomentar en la sociedad de su tiempo, el cultivo de las artes, particularmente del teatro, a través de “La Barraca”, espacio esencialmente cultural, por lo cual algunos biógrafos llegan a atribuirle una condición de izquierdista que nunca poseyó, aunque sí proclamaba su manifiesta simpatía hacia la república española, lo cual pudiera ser, amén de su identidad sexual, otro leit motiv para que las fuerzas reaccionarias del falangismo se lo cobraran al precio de su vida, al asesinarlo vilmente, con tanta saña, que su cuerpo fue desaparecido y enterrado en alguna fosa común, sin que hasta ahora, casi 80 después, exista alguna evidencia física de sus despojos mortales.
Su indudable talento para las bellas artes, lo inclinó desde niño, inicialmente hacia la música, tomando clases de piano con prestigiosos maestros; allí se impregnó del arte de Beethoven, Chopin, Debussy. Posteriormente, se matriculó en la Universidad de Granada en las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho en la que llegó a graduarse en 1923. Durante sus estudios, tuvo la fortuna de tener como ductor, al ilustre profesor de Teoría de la Literatura, Martín Domínguez Berrueta, quien solía utilizar, como parte de la formación a sus alumnos, una estrategia peripatética; de esa manera, lo llevaba a él y a sus compañeros de clases , en viajes de estudios a través de toda la geografía hispana: Baeza, Úbeda, Córdoba, Ronda, León, Castilla, Galicia, Burgos, los cuales a la postre, ayudaron a despertar y consolidar su vocación de escritor, que en principio recogería en su primer libro en prosa, Impresiones y Paisajes (1918) retrato autobiográfico, en el contexto de la sociedad y tradiciones españolas del tiempo que le tocaría vivir.
En 1919 se traslada a Madrid, pasando a formar parte de la Residencia de los Estudiantes, prestigiosa y exclusiva institución que, a semejanza del estilo británico de Oxford y Cambridge, lo puso en contacto con las culturas españolas y extranjeras. Allí conoció, entre 1919 y 1921, a importantes escritores e intelectuales de la talla de Luis Buñuel, Rafael Alberti, Salvador Dalí, entre otros. Así mismo, a partir de la iniciativa del director de esa institución, tuvo oportunidad de asistir a numerosas conferencias de prestigiosos científicos, músicos y escritores, tales como Maurice Ravel, H. G. Wells, Claudel, Valery, Madame Curie, Mihaud, Max Jacobs, etc. Un poco más tarde, estableció contacto y cultivó una sólida, duradera y para él provechosa amistad, con el insigne poeta Juan Ramón Jiménez, hasta el punto que, a través de su ayuda, pudo publicar sus trabajos no solamente en revistas y otros medios impresos, sino editar su libro, titulado Libro de Poemas, que recoge todo lo que había escrito en prosa y en verso, desde 1918, en especial lo relativo a su fe religiosa.
En Granada con Manuel de Falla
Una de las épocas estelares en la vida de García Lorca, y que ayudó a lanzarlo a la fama, se refiere a su estadía en Granada y en esa ciudad, su relación con el excelso compositor gaditano Manuel de Falla, quien se había instalado, a mediados de 1920 en un lugar cerca de La Alhambra, donde García Lorca lo visitaba con frecuencia, creándose entre ellos una sinergia en el cultivo de la música, los títeres y el cante jondo. Junto con ellos, un grupo de jóvenes poetas se reunían en el café Alameda, generándose las tertulias artísticas que ha pasado a la historia con el nombre artístico de El Rinconcito. La vida granadina de García Lorca entre los años 1920 y 1921, giró pues, alrededor de dos focos culturales, Manuel de Falla y los integrantes de ese ya mencionado espacio artístico.
Promovido por Falla, García Lorca y el poeta Ignacio Zuloaga, y apoyado por el Ayuntamiento de esa ciudad, se promovió un concurso, cuyos objetivos principales fueron, por una parte, marcar la diferencia entre el cante jondo, de raíces antiguas y el cante flamenco, de origen más reciente. En todo caso, el propósito fue una valoración de estas manifestaciones culturales, para protegerlo de la vulgarización y la mediocridad en que de cierta forma habían caído ambos. El resultado, a mediano plazo, fue la universalización del cante, el toque y el baile jondos, no sólo en la música española, sino también en la flamenca y la rusa. El concurso fue, pues, un exitoso intento de conectar el arte musical de Andalucía con el arte universal La formula estética de Falla, de lo local a lo universal, iba a fijarse por siempre en el alma del joven García Lorca, quien, como corolario, estuvo ya en capacidad de dictar numerosas conferencias en esa materia, recogidos en varias publicaciones, que después perfeccionaría a raíz de su experiencia en Buenos Aires y Montevideo. Fruto también de todas esas acciones y reflexiones, fue recogido en su libro Poemas del Cante Jondo, publicado en 1921.
En definitiva, la amistad con Falla, orientará a García Lorca para reconciliar las nuevas corrientes estéticas con las formas populares. De hecho, a lo largo del tiempo, ambos personajes estuvieron trabajando conjuntamente en proyectos relacionados con la ópera lírica, entre otros.
El Hábito NO hace al monje
Una cosa es que García Lorca haya considerado, y así lo afirma en una conferencia que dictó en el año 1935 que su Romancero Gitano es “…la obra que hasta ahora tiene más unidad y es donde mi rostro poético aparece por vez primera con personalidad propia….” Y otra muy distinta, es la aureola supuestamente gitana que se creó a su alrededor. Para desmentirla, nos remitimos en primer lugar a una carta que le envía a su amigo Fernández Almagro en 1923, cuando su Romancero estaba en pleno desarrollo, o sea unos cinco años antes de su publicación. Dice García Lorca:
“…Pienso construir varios romances con lagunas, romances con montañas, romances con estrellas, una obra misteriosa y clara, que sea como una flor (arbitraria y perfecta como una flor) ¡Toda perfume! Quiero sacar de las sombras algunas niñas árabes que jugarán por estos pueblos y perder en mis bosquecillos líricos a las figuras ideales de los romancillos anónimos. Figúrate, un romance que en vez de lagunas, tenga cielos…“Este verano, si Dios me ayuda con sus palomitas, haré una obra popular y andalúcisima. Voy a viajar un poco por estos pueblos maravillosos, cuyos castillos, cuyas personas, parece que nunca han existido para los poetas, y, ¡Basta ya de Castilla!...”
Con estas palabras, de verdad resulta cuesta arriba vincularlo, tanto como se ha pretendido, con la gitanería, o que en todo caso, esa haya sido su motivación.
Más adelante, en 1927, escribe a otro amigo, el poeta Jorge Guillén:
“…Y desde luego, no serán romances gitanos… Me ha molestado un poco mi mito de gitanería. Confunden mi vida y mi carácter. No lo quiero de ninguna manera, los gitanos son un tema y nada más…Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación, y de poeta salvaje, que tú sabes bien que no soy. No quiero que me encasillen. Siento que me van echando cadenas…”
La experiencia de “La Barraca”
Con el advenimiento de la II República española, en abril de 1931, luego de su regreso de Nueva York, donde observó una experiencia de teatro no profesional, de ahí tal vez le surgió la idea de dar un nuevo impulso al teatro popular que había florecido en España unos siglos antes. Al respecto, comenzó a elaborar el proyecto de llevar a pueblos y ciudades de España un vigoroso movimiento de cultura popular, en oposición a lo que él consideraba la actitud elitista de la burguesía en ese país. Con el apoyo de los comités de cooperación intelectual, Federico García Lorca dio una serie de conferencias en diversas ciudades españolas, tales como Servilla, Salamanca, Santiago de Compostela, entre otras, con la idea de promover un intercambio de ideas, invitar a destacados conferencistas, llamar a jóvenes intelectuales que compartieran el amor a los principios de libertad, de progreso y solidaridad social. Es así como llega a la fundación de la organización del teatro universitario llamado La Barraca, grupo que dirige, a partir del año 1932, junto con algunos colaboradores, obras del teatro clásico español en diversos pueblos de ese país.
Dos aspectos importantes obtuvo García Lorca de esa experiencia, por una parte, la consolidación de su carrera como dramaturgo, incluyendo su aprendizaje del oficio de director de escena, y por otra parte, lo sustrajo de lo que él llamó la “burguesía frívola y materializada de Madrid”. Muy al contrario, se vinculó con lo más hondo del sentimiento del común, revelando una notoria vocación de servicio hacia lo popular.
La Generación del 27
Integran esta generación un grupo de poetas que realizan una síntesis entre la más pura tradición española y los movimientos extranjeros de vanguardia, renovando la expresión poética, hasta el punto que se la ha denominado el nuevo Siglo de Oro de la poesía española, cuya primera manifestación tuvo lugar precisamente ese año de 1927, con motivo de un recital colectivo por parte de un grupo de poetas para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora, reivindicándolo, de esa manera, como modelo de poeta lírico.
Pertenecen a esta generación, junto con García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Manuel Altoaguirre, Emilio Prado, Miguel Hernández, entre otros.
Las principales características comunes a todos los miembros de ese movimiento poético, serían las siguientes:
-Predilección por la metáfora como instrumento expresivo
-Actitud clasicista
-Influencia gongorina, precisamente por la conmemoración del tercer centenario de la muerte de ese ilustre poeta del siglo XVII
-Contacto con el surrealismo, movimiento lanzado desde Francia por André Breton, en 1924 y que en España tuvo manifestaciones tan importantes como Poeta en Nueva York, del propio García Lorca.
Federico García Lorca en América Latina
Luego de estar en Nueva York, ciudad en la que vivió momentos agridulces, García Lorca viajó en ferrocarril desde esa metrópolis hasta Miami, donde se embarcó rumbo a la isla de Cuba, específicamente a La Habana, el día 7 de marzo de 1930, permaneciendo allí hasta el 12 de junio de ese mismo año. Era la primera vez que el poeta visitaba un país extranjero de habla hispana. Según su propia confesión, fue una estadía de pleno disfrute, durante más o menos 100 días. Allí experimentó una sensación de libertad y de alivio, de goce y alegría, en contraste con Nueva York, ciudad en la que nunca se sintió cómodo. No sería para menos, reflexionamos nosotros, pues se trataba de una nación con hondas raíces hispanas, la que hasta no mucho tiempo antes, había sido, por más de cuatro siglos, una colonia de España. Allí encontró un clima propicio en lo cultural, también para el reencuentro con su propia imagen, para compartir momentos gratos. Dictó numerosas conferencias, se compenetró con la cultura y la música afrocubana, en especial, cuando de la mano de la escritora y antropóloga cubana, Lydia Cabrera, visitó y compartió una ceremonia secreta afrocubana, lo cual le fascinó. También tuvo oportunidad de compartir con nuevas y viejas amistades, con quienes recorrió las calles habaneras, visitando sitios emblemáticos como el teatro Alhambra. En fin, fue un período sensual y risueño y así se lo manifestó a sus padres, hasta el punto de calificar a Cuba, “como un paraíso”.
Su otro viaje a América Latina lo realizó a Buenos Aires y a Montevideo entre octubre de 1933 y marzo de 1934, seis meses de total éxito profesional y de gran deleite en lo personal. En principio, el motivo de ese viaje se debió a una invitación que le hiciera una pareja de empresarios argentinos, a propósito del notable éxito que había obtenido su obra Bodas de Sangre. En la capital argentina, no sólo dirigió su ya mencionada obra, sino también otras de su autoría y una adaptación de la Dama Boba, original de Lope de Vega. Igualmente, dictó una serie de conferencias acerca del arte español en la sede de la Sociedad Amigos del Arte. Fue tal el éxito que obtuvo en esa ciudad, que en algún momento hasta se sintió abrumado por la popularidad que había adquirido en la sociedad y, por supuesto, la notoriedad en los medios artísticos. En enero de 1934, viaja a Montevideo, en medio de la secuela triunfal adquirida en Buenos Aires. El éxito profesional se repite en la capital uruguaya. Como anécdota, queda el hecho curioso que, literalmente acosado por una periodista, terminó entre saltos de mata, en su cuarto de hotel, su famosa obra Yerma.
El saldo de de esta gira por el sur del continente, podría apreciarse en un sentido múltiple, en primer lugar, al terminar de convencerse por sí mismo, de la proyección de su obra literaria, más allá de los fronteras españolas; también a la madurez adquirida como intelectual, en la plenitud de su éxito, y como gerente de su propia vida, al obtener, al fin, su independencia económica. Allí pudo constatar el trato preferencial recibido por parte de empresarios extranjeros en contraste con sus pares madrileños. Por último, pero no menos importante, adquirió una profunda identificación con nuestra cultura e idiosincrasia, donde a nuestro juicio, encontraría puntos de coincidencia que lo harían reflexionar acerca de cuán cerca estaba su obra con respecto del espíritu latinoamericano, no obstante la enorme distancia geográfica.
En contacto con Neruda
Es natural que estos dos gigantes de la poesía, y efectivamente así sucedería, se profesaran mutua admiración, y que hayan entrado en contacto personal; por muchas razones, en primer lugar, porque el bardo chileno, ya consagrado en su extensa obra, vivió un tiempo en España, en calidad de Cónsul de Chile en Madrid y en Barcelona, precisamente en esos años críticos de la historia española, en medio de intensa agitación política. También es natural que ambos hubieran coincidido en numerosas ocasiones participando activamente en calidad de poetas, pero también compartieran puntos de vista en las luchas a favor de la república española. De hecho, según relata Neruda, los encuentros entre ambos, sobre todo en Madrid, fueron cotidianos, muy cordiales y amistosos, compartiendo en cafés y en las casas de amigos comunes, interminables tertulias, literarias o simplemente darse el tiempo necesario para matar el ocio y vivir intensamente la bohemia.
Ambos se habían conocido en Buenos Aires el 13 de octubre de 1933, siendo el chileno a la sazón Cónsul en representación de su país en la nación argentina. Ese día, por razones que serían muy prolijas de explicar, ambos dictaron una conferencia “al alimón” con ocasión de un evento que tuvo lugar en el Pen Club, rodeado de por lo menos cien escritores argentinos. En su autobiografía, Neruda relata con lujo de detalles ese bizarro encuentro, pleno no sólo de la calidad poética que era de rigor tratándose de esos personajes, sino una serie de anécdotas por lo demás muy gratas, que sin duda, pasarían a la historia como una pieza literaria de gran valor.
Pocos meses después de ese primer encuentro, el 5 de mayo del año siguiente, Neruda viaja a Barcelona, donde de igual manera había sido nombrado Cónsul. El 6 de diciembre de ese mismo año, presentado por García Lorca, participa en una conferencia y recital poético, que tuvo lugar en la Universidad de Madrid. Podríamos extendernos en detalles, pero con lo relatado, creemos haber satisfecho la curiosidad de cualquier atento lector que conozca la saga de ambos poetas. En todo caso, lo remitimos al libro Confieso que he Vivido, relato autobiográfico de Neruda,
Lo que sí vamos a referir es el capítulo de la mencionada autobiografía nerudiana titulado “La Muerte fue en Granada”. Allí percibimos cómo el bardo chileno describe con su peculiar estilo a su entrañable amigo y poeta español y andaluz. Sobrarían palabras y faltaría espacio en este ensayo, pero el lector quedaría comprometido a releer una y otra vez, cómo las energéticas sensibilidades de estos dos ilustres bardos se cruzan en el éter al evocar una entrañable amistad, pero sobre todo, hasta conocer quizás, la mejor definición que alguien pudo haber realizado del poeta granadino
Homenaje póstumo de Antonio Machado
El Crimen fue en Granada
Se le vio caminando entre fusiles
por una calle larga
aun con estrella de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos
corazón ¡ni Dios te salva¡
Muerto cayó Federico
sangre en la frente y plomo en las entrañas…
Que fue en Granada el crimen
¡sabed pobre Granada, en su Granada¡
Discurso lorquiano de sombras
Un poco como para corroborar esa, diríamos fijación del poeta, hacia las sombras nocturnas, presentamos un fragmento de su poema,
Aire de Nocturno
Tengo mucho miedo
de las hojas muertas,
miedo de los prados
llenos de rocío.
Yo voy a dormirme,
si no me despiertas
dejaré a tu lado
mi corazón frío.
¿Qué es eso que suena
muy lejos?
Amor
el viento de en las vidrieras
¡Amor mío!
Tú no sabrás nunca
esfinge de nieve
lo mucho
que yo te hubiera querido
esas madrugadas
cuando tanto llueve
y en la rama seca
se deshace deshace el nido
Obras de Federico García Lorca
1. Líricas
-Impresiones y Paisajes (1918)
-Oda a Salvador Dalí (1926)
-Canciones (1927)
-Libro de Poemas (1921)
-Romancero Gitano (1928)
-Canciones (1927)
-Poeta en Nueva York (1930)
-Poema del Cante Jondo (1931)
-Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935)
-Seis Poemas Gallegos (1935)
2. Dramáticas
-La Zapatera prodigiosa (1930)
-Amor de don Perlimpin y Belisa en su Jardín (1933)
-Bodas de Sangre (1933)
-Yerma (1934)
-El Llanto de Ignacio Sánchez Mejías (1935)
-Mariana Pineda (1925)
-La Casa de Bernarda Alba (1942)
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