Advertencia:
Cuenta la leyenda que la siguiente frase
se la escribió El Hombre de La Mancha
en un pergamino, al inefable Sancho, su pana burda:
“Se ha demostrado que sólo existen
dos estilos de comunicación oral,
los monólogos y los diálogos de sordos”.
Estimado (ex) amigo:
De verdad no sé por cual razón me empeño en escribir una historia que nadie jamás escribirá, porque nunca nadie tendrá esa pluma tan eficiente, eficaz y efectiva como para describirla fielmente. Por tanto, disculpa de antemano que te diga todas las cosas que se me van a ir ocurriendo por esta vía tan poco ortodoxa, de paso tan obsoleta, es decir, por medio de un manuscrito, a sabiendas que las procesadoras de palabras hace mucho tiempo que acabaron con el tedioso método del lápiz y el papel. Pero, por una parte, es tan absurdo lo que voy a comunicarte, que si lo hiciere por esos medios cibernéticos, siendo yo como tú sabes que lo soy, un virtual analfabeta funcional de esa tan moderna modalidad de comunicar ideas, lo más probable es que hasta tú mismo dudarías de su autoría. En otras palabras, podrías hasta pensar lo impensable, es decir, que se trata nada más y nada menos, que de un corresponsal apócrifo. Por otra parte, y a sabiendas de antemano que de ninguna manera lo vas a leer, sin embargo, me consuelo al suponer que por lo menos sé que conoces demasiado mi caligrafía Palmer.
Lástima que no sea tu propósito leer esta vaina, porque los acontecimientos que voy a relatarte, están teñidos de un misterio insondable, pues en algún momento, apareció, así, de repente, en mi apartamento, un periquito, que sin duda había escapado de su cautiverio, y que, con toda seguridad, después de volar desorientado por toda la ciudad, finalmente penetró en la sala de mi vivienda. A continuación mi esposa lo atrapó, y lo introdujo en una jaula, convirtiéndose a partir de ese momento, en una suerte de barómetro de los altos y bajos que irían marcando el curso de nuestra relación amistosa.
¿Por qué digo estas cosas?. Tal vez sea pertinente hacértela saber gradualmente.
En primer lugar, visto y considerado, así lo afirmo de una buena vez, dado lo extenso de esta monserga, en esencia un voluminoso legajo formado por una catajarria de libretas y más libretas, además, ya conocida por todos tu proverbial flojera para leer, sé que de una buena vez las vas a tirar al cesto de la basura, sin molestarte siquiera de ver su contenido. Tal vez sea mejor así, porque si un tercero llegare a enterarse de este discurso, de seguro se generaría un indeseable y voraz incendio ideológico-político-social-religioso.
En segundo lugar, empiezo por manifestarte mi aprehensión al desconocer, al menos en la medida de lo deseable, las razones del porqué se terminó así tan de repente nuestra amistad. Pero el hecho es que tal exabrupto sucedió y no sé si de verdad valdría la pena indagar o profundizar en sus posibles razones.
En tercer lugar, está de por medio un lapo de tiempo de 22 años, 3 meses y 10 días, exactamente la duración de nuestra relación amistosa, y que de una buena vez, así lo afirmo, no pudieron ni debieron pasar en vano, sobre todo cuando se trata de esa etapa de la vida cuando tú y yo ya no somos lo suficientemente joven como para comenzar a recordar, ni lo suficientemente viejo como para no reflexionar. Por si todo esto fuera poco, afirmo que, los buenos recuerdos no envejecen nunca.
Sin más preámbulos, te reitero que mi estrategia va a consistir en ir trascribiendo en el papel, las ideas que al voleo se me vayan ocurriendo, pero mi irrenunciable propósito será que, bajo ningún pretexto, volvería atrás para enmendar nada de lo que vaya gradualmente escribiendo. Y, de manera terminal, afirmo, si es que en ese proceso observo algún error, mentira u omisión, así se tendrán que quedarse. Lo juro solemnemente.
Otra razón que tal vez habría para negarte a leerla, es que su contenido está escrito con ese estilo que siempre resultó tan chocante parra ti, ese que en tantas ocasiones me echaste en cara, pues según tu criterio, dizque debido a mi profesión de contador mercantil, mi mente funciona como un frío mecanismo de relojería, y que en consecuencia, me expreso solamente a través de gélidas Ideas, carentes del combustible de alguna emoción, etiquetadas por ti como aburridos esquemas descriptivos, cual si se tratase de recetas de cocina. En todo eso, indudablemente que tienes toda la razón y los hechos que a continuación te iré describiendo, así lo habrán de corroborar.
Queda a salvo, sin embargo, recordarte que, al yo no poseer aptitudes para la literatura, esta epístola, desde luego no podrá etiquetarse ni de poesía, ni de cuento, ni de crónica, ni siquiera de un ensayo, en razón que su contenido tiene todas las características de un vulgar informe de auditoría, de esos que a ti siempre te molestaron, porque en toda las circunstancias lo consideraste casi como una maldición, como un dedo acusador hacia tu no muy limpio palmarés.
En resumen, esta perorata posee lo peor de un informe técnico y al mismo tiempo carece de lo medianamente bueno de una pieza literaria. Por esa razón, observarás que está plagado de notas a pie de página, así como anexos y, por si fuera poco, definiciones conceptuales de dudosa calidad. O sea, se trata del un vulgar revoltillo de ideas, carentes en lo absoluto de alguna coherencia.
Pero para no seguir dando bizantinas explicaciones, de una vez decreto un cambio de denominación a esa vaina que desde siempre, tanto tú como yo, solíamos denominar con el nombre de Circuitos, a esos cuatro elementos claves en la vida de todo ser humano, a saber: a) la profesión, b) la religión, c) la política y d) el amor.
Puesto que desde aquí en adelante, en soberano ejercicio de mi voluntad, a esos 4 elementos claves, ahora me da la gana de denominarlos con el nombre de Anillos, ahora muy de moda, nacido una vez que surgió esa serie interminable de folletones de dudosa calidad, me refiero a El Señor de los Anillos, producidas por Hollywood, en los cuales, además, como bien lo sabes, el personaje protagonista de uno de esos culebrones, al colocarse en su dedo unos de esos malditos anillos que cambian la suerte de las cosas, al volverse invisible de repente, a partir de toda esa saga, cabría imaginare si la comparación con la repentina ruptura de nuestra amistad, daría como resultado, igual número de perturbadoras coincidencias.
Burla burlando, ahora sí comienzo mi perorata:
PRIMER ANILLO:
La Profesión
Pobre de solemnidad, como siempre lo he sido, la necesidad perentoria de ganarme la vida de alguna manera, me surgió en plena adolescencia, cuando un aciago día domingo, me quedé descalzo, dado que a mi único par de zapatos, le salieron sendas troneras en las suelas. Al no tener siquiera la opción de comprarme un par de alpargatas, entonces, así como cualquier patenelsuelo, comencé a trabajar como mensajero y, por ende, ser explotado por un sucio capitalista, en una oficina donde debía realizar toda clase de diligencias, en bancos, casas de comercio, oficinas de correos, hasta de cabrón, tapareando las vagabunderías de mi jefe con su secretaria.
Por contraste, tu caso fue radicalmente diferente al mío, pues, como niño mimado por la vida, tus padres tenían suficientes recursos como para cubrir todos tus gastos, caprichos y necesidades, sin que ellos te pidieran nada a cambio, ni siquiera que estudiaras. Cuando te dio la gana, más por aburrimiento que por otra cosa, comenzaste a frecuentar los lugares de la bohemia de Caracas, el Triángulo de las Bermudas, en Sabana Granade, vale decir el Camilo’s, el Franco’s y el Vecchio Molino, donde se daban cita, artistas plásticos, escritores, músicos y alguna que otra prostituta de ocasión, ¡Qué vida tan dura!
Supongo que nos conocimos una noche cualquiera en la Cervecería Munich, entonces ubicada en la urbanización Los Caobos, coincidiendo ambos en una de esas rondas etílicas que solían compartir, entre espumas de cerveza alemana, los presuntos bohemios pobres, aquellos que como yo, a duras penas bebemos licor solamente para divertirnos. Fue un encuentro de forma causal, (no casual), contigo y tus panas, es decir, aquellos artistas que ejercen la bohemia en forma profesional.
De esos primeros eventos etílicos, hoy conservo un recuerdo, no exento de envidia, pues, mientras tú disfrutabas de la buena vida burguesa, yo apenas realizaba un curso de contabilidad elemental de 6 meses de duración en la Academia Americana, dejando a un lado mi sueños dorados, y comenzar a afrontar la dura realidad de lidiar con el árido mundo de los balances y asientos contables.
Como era de esperarse, en esos tiempos, sufría en carne propia la humillación de quienes me tocaron como jefes, ciertos inmigrantes europeos que vinieron a este país huyendo de la Guerra Civil Española, de la Segunda Guerra Mundial y de la Revolución Cubana, estos últimos, miles de sujetos expulsados por Fidel Castro, todos ellos cuasi analfabetas de las ciencias contables, pero suma cum laude en jaladeras de bolas. Por esa misma razón, individuos guapos, y apoyados, de paso también explotados y abusados por la gerencia de las empresas trasnacionales donde yo, al igual que ellos, prestábamos nuestros servicios.
¿Cuál sería entonces mi reacción? Indignado por esas humillaciones, más por arrechera que por deseos de superación, me inscribí varias veces en la Universidad Central de Venezuela, para cursar la carrera de Contaduría Pública, y esas tantas veces, debido a esa misma arrechera, deserté de los estudios. Esas contumaces calenteras terminarían un día cualquiera, cuando, gracias a tus buenos oficios, ingresé, tal como lo haría el conejito del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, en forma vitalicia, en la privilegiada nómina de los funcionarios de carrera en la administración pública, convirtiéndome a partir de allí, en un gris burócrata.
En tu caso particular, coincidiendo en el tiempo, tratándose de alguien como tú, que nunca tomaste nada en serio, que ni siquiera intentaste cursar estudios de ninguna clase, comenzarías a partir de entonces, y hasta nuevo aviso, a asumir la muy creativa carrera de desempleado crónico.
Lo curioso de todo esto, salvo error u omisión, luego de recorrer ambos en paralelo, este camino tan largo y riesgoso, hoy día reflexiono, si ese estatus laboral que asumió cada quien por su lado, y que nos confrontó tantas veces en nuestros respectivos intereses, no sería el disparador de nuestras actuales desavenencias.
Una conclusión provisional de todo este desaguisado, me lleva a observar lo curioso de nuestras vidas paralelas:
a) No obstante nuestra condición de ser, cada quien a su manera, semerendos pelabolas, yo en lo económico, pero en tu caso, tanto en lo laboral como en lo espiritual. Sin embargo, nos envidiábamos el uno al otro, cual si se tratare de las dos caras de una misma moneda, tal como se representan en las caretas del teatro griego, la cara sonriente de la comedia, versus la cara arrecha de la tragedia. Es decir, como si cada quien aspirara, tal y como una misión en la vida, asumir el lugar del otro.
b) Hoy día, sin embargo, al colocar todo esto en perspectiva, mi mente cuadrada de contador mercantil observa tantas aristas, así en el debe como en el haber, que a estas alturas no sabría identificar a favor de quién de nosotros dos, se inclina el balance.
SEGUNDO ANILLO
La Religión
Una cosa es la profesión, oficio de este mundo, pero más importante serían nuestras respectivas trascendencias, incluso más allá de la muerte, y allí estimo que tal vez por ese flanco, a la hora de medirnos, se hizo evidente el contraste brutal entre dos modos de ver lo inmaterial, lo existencial y la transitoriedad de la vida terrena.
De esta manera razono:
a. Por tu parte, siempre fuiste un creyente (creyón), devoto de todos los santos y vírgenes que pueblan la vía láctea.
b. Por mi parte, asumir en forma vitalicia la idiotez de representar el papel de un supuesto ateo trasnochado, con la mente envenenada por cuanta teoría materialista se atravesara en el camino. Sin embargo, me sentía protegido de influencias extrañas, al tomar la precaución de vacunarme muy oportunamente, contra el virus de la religión, es decir, del opio del pueblo
Demasiado visceral en tus creencias, nunca me perdonaste que yo, solamente por razones estrictamente sociales, aceptara bautizar a tu hijo mayor, sin que de mi parte nunca hubiera reciprocidad hacia ti cuando nacieron los míos. Aunque hechos posteriores me convencieron de contundentes razones para no corresponderte, igual se frustró tu deseo de que alguna vez asumiéramos tú y yo, la condición de ser doble compadres.
TERCER ANILLO:
La Política
Nunca en la historia de la humanidad, existió un caso más patente (y patético) de contradicción entre dos buenos amigos, por mi parte, un sempiterno militante de la izquierda trasnochada versus un oportunista de siete suelas como siempre fue tu trayectoria en la vida.
Si es que tiene alguna validez la identificación de diferencias entre la gimnasia y la magnesia, allí precisamente comenzaron a trastocarse los papeles, pues el supuesto pragmático sostuvo toda la vida su militancia socialista, mientras que el otro, supuesto místico creyente (creyón), de idealismos religiosos, cambiaba su militancia política con la misma frecuencia con que cambia el curso del viento, como esas veletas que se mueven dependiendo de dónde soplara la brisa bienhechora del gobierno de turno.
Hoy día me hago la inevitable pregunta: ¿qué tanto ayuda el pragmatismo al idealismo y vice-versa?
CUARTO ANILLO:
El Amor
Existen ciertos sujetos como tú, a quienes casi sin ningún esfuerzo, parecen caerles del cielo las mujeres, ponerlas de rodillas y de allí, sin demasiado protocolo, llevarlas a la cama. Esa cualidad, en casos como el tuyo, la valoro cual si fuera una vulgar transacción mercantil entre Imán o carisma, a cambio de no serle nunca fiel a nadie, ni a tu esposa ni a las esposas de tus compadres, razón por la cual siempre procuré que mi consorte marcara prudente distancia ante tu amenazadora presencia.
En mi caso, convencido de que nada ni nadie es químicamente puro, ni siquiera aquellos sujetos que se jactan de ser monocucos, simplemente apelo a los principios derivados de la teoría del valor, aplicando en tono menor, según las circunstancias, el valor de uso y el valor de cambio, por lo cual, en tu caso, simplemente, solías cambiar tan fácilmente las mujeres que usabas.
Como pareciera entenderse, el desenlace de esta ecuación es que al compararnos el uno al otro, se confrontan, como lo es tu caso, un imán para atraer vírgenes y putas por igual, (50% en cada una de estas categorías), en contraste con mi caso personal, siendo yo un patito feo en relación con mi atractivo hacia las mujeres, por lo cual siempre estuve completamente desubicado en un polo que parecía destinado por la providencia a amanecer todos los días en la misma cama.
COROLARIOS
Ya te he descrito, en forma general, el marco de referencia y las coincidencias y desencuentros en los cuales se basaron los altos y los bajos de nuestra relación amistosa. Esos ciclos, la mayoría de las veces contradictorios, se fueron reflejando, con mucha precisión, en la conducta del periquito: alegre y saltarín, cuando las cosas iban bien, de lo contrario, entonces el animalito se mostraba triste, inapetente y silencioso. Todo eso me llevaba a pensar en su sensibilidad muy singular, que a la luz de los hechos, me atrevería a afirmar que son muy superiores a la de los seres humanos que lo rodeaban. Es tanto así, que generalmente, mientras la mayoría de los mortales consulta el horóscopo del día, en cambio, a mí me bastaba con observar el estado de ánimo de esa avecilla.
Con relación a la otra cara de la moneda, a continuación, te iré describiendo los acontecimientos más resaltantes que, in crescendo, terminaron por ponerle punto final a nuestra amistad.
Comienzo por felicitarte por tu agudo olfato político, pues siempre acertaste en tus pronósticos en cuanto al candidato presidencial y el partido que a la postre resultaría ganador en cada elección. En cambio, para mi desgracia, yo poseía, y aún poseo, un pésimo olfato, porque todo en política me hiede a mierda.
En segundo lugar, desde ya te digo que tu éxito en el negocio de la política, comenzó cuando, en calidad no de invitado, sino más probablemente aún en calidad de coleado, estuviste presente en la tan cacareada fiesta de 15 años, celebrada en el Hotel Caracas Hilton, donde la dueña del sarao, en un acto de arrogancia y rastacuerismo muy propio de nuevo rico, liberó de su jaula a 15 periquitos, los cuales se esparcieron por los cielos de Caracas. Ese repudiable gesto de crueldad hacia los animales, pues seguramente todos estarían destinados a morir de mengua, lejos de merecer el repudio de una sociedad ahíta de petrodólares, antes por el contrario, marcó la apoteosis de las glorias y de las miserias de aquellos años de la Gran Venezuela,
En tercer término, desde la visión de funcionario público, donde por largos años estuve inmerso, precisamente por vivir en el vientre de la politiquería, pude darme cuenta de cómo, con tanta fruición, alternativamente, salían corriendo blancos y verdes, según fuera el resultado de las elecciones, pero a la vez observar con gran asombro, cómo, en tu caso personal, botabas el viejo carnet del partido perdedor, y a continuación, así, sin anestesia y sin nada, poniendo en acción tu astucia, en ocasiones con un gran cinismo, te otorgaban el nuevo carnet del partido ganador.
Del único partido de donde nunca te saliste, pues te lo vacilabas, fue el de la bohemia de la República Ficcional del Este, sobre todo cuando uno de los presidentes de la República Real de Venezuela, comenzó a otorgar migajas a los intelectuales de izquierda. Mientras que en mi caso, apenas si saldría beneficiado en alguna de esas coladas, quien sí lo exprimió hasta la saciedad todas las oportunidades, fuiste tú.
A propósito del caso, recuerdo que en una de esas volteretas, para asombro hasta de ti mismo, te nombraron, nada y nada menos, Director de Cultura en algún ministerio. Más tarde fuiste Cónsul en alguna isla del Caribe. Por cierto, que allí no calentaste la silla de tu escritorio, sino más bien el mullido sofá colocado estratégicamente en un rincón de tu oficina, donde tantas veces te acostaste con damiselas a quienes aplicabas la inefable operación colchón. En mi caso, lo digo con toda humildad, la única operación colchón que alcancé a aplicar, en toda mi larga vida, fue cuando le compré a uno de mis hijos, en una chivera ubicada en Catia, un desmirriado catre con su respectivo colchón usado, que, dicho sea de paso, apestaba de orín y excrementos.
Más aún, durante casi todos los años de mi carrera de funcionario público, casi nunca ejercí cargos fijos, o sea, casi siempre trabajé bajo la precaria condición de supernumerario. Mientras tanto, a través de la corrupción administrativa, que con tanta astucia explotabas, en esa medida, se engordaba tanto tu corrupta chequera como las de tus compinches.
Otro episodio del cual siempre te estaré agradecido, por haberme permitido ganar algunos churupos, fue cuando ingresaste al primer anillo de poder de un presidente de la República Real de Venezuela, donde tuve el chance de llevar la contabilidad de los gastos de la partida secreta de ese sujeto, una partida secreta de dos caras, la monetaria del ministerio, pero también la otra, esa que secretamente guardan ciertas mujeres en su entrepierna.
Hasta me da risa recordarlo, pero a través de tus sólidos vínculos con la jerarquía católica, en cierta ocasión viajaste a la Ciudad del Vaticano con los gastos pagados, para que le dieras personalmente la buona sera a Su Santidad el Papa. En cambio, por esos días, yo sufrí un tremendo resbalón y me fracturé un brazo, gracias a la buena cera con que pulían los pisos del ministerio.
Ese mismo fervor católico que siempre profesaste, te permitió empatarte con los 12 apóstoles, en especial el Apóstol Pedro, el banquero. En mi caso, te agradezco haberme conectado con el apóstol Diego, el de los autobuses Ikarus, donde, por un cierto tiempo, me dieron una chambita como contador, lo cual me permitió ponerme en unos churupos extras.
Toda la vida te agradeceré que gracias a tus buenos oficios, me hayan adjudicado un apartamento del Banco Obrero, situado en el piso 12 de un bloque de 15 pisos. Allí, ciertamente, viví gratiñán con mi familia por muchos años. De paso, mi salud se fortaleció, pues con harta frecuencia fallaba el ascensor, por lo cual llegué a desarrollar esos tremendos músculos en mis piernas que hoy exhibo con tanto orgullo.
Dos cosas más te agradezco, la primera, que me conseguiste una modesta beca para uno de mis hijos. La otra, fue la palanca que utilizaste para sacarme de los calabozos de la Digepol, donde estaba preso por agitador político. De lo contrario, con toda seguridad, me habrían “desaparecido”, en algún Campo de Concentración. En gesto de gratitud, recuerdo haberte presentado a una camarada, luchadora de izquierda como yo, a la sazón, compañera de prisión, quien luego de acogerse a la amnistía del gobierno socialcristiano, por coincidencia o por lo que fuere, posteriormente, por esas volteretas de la política, esa ex camarada, llegó a convertirse en una de tus numerosas amantes.
Recuerdo también que a través del programa social de venta de leche a precios subsidiados, en los barrios pobres de Caracas, me dieron la oportunidad de convertirme en distribuidor del producto, pero, siguiendo tu ejemplo oportunista, llegué a ganarme unos churupos extras, pues en vez de venderla a los necesitados, como sería mi deber hacerlo, la desviaba para vendérselas a los chicheros. Esa manguangua la conseguí Gracias a Ti, por tu influencia en el cercano anillo de un candidato presidencial a quien con tanto fervor apoyaste en su campaña electoral.
No puedo dejar por fuera mi eterna gratitud por los tragos de buen güisqui, champaña y exquisiteces que me brindabas, gratuitamente, al permitir colearme en tantos saraos celebrados en lujosos restaurantes del este de Caracas. Por si fuera poca cosa, también me divertía en grande escuchando las disertaciones de tus compinches poetas e intelectuales de la República Ficcional del Este. Mi modesta compensación hacia tu persona, por tantas rumbas y placeres disfrutados, fue acelerar los pagos de tus facturas, aprovechándome de cierta influencia que yo llegué a cultivar en los diferentes departamentos de finanzas de los ministerios.
Otro hecho que nunca se me olvida, es que posterior al Caracazo, bajo el imperio del toque de queda decretado por el gobierno, por elementales razones de seguridad, en las noches yo me refugiaba humildemente en mi apartamento. Tú en cambio, lo hacías de una manera muy astuta, solías reunirte en medio de ruidosas francachelas etílicas compartiendo con tus compinches en alguna lujosa vivienda, donde no faltaría algún devaneo amoroso con bellas damiselas. Ergo, a mí en lo personal, no me afectaba el decreto de suspensión de garantías dictado por el gobierno, pero a ti sí, no por la acción de las autoridades civiles y militares, sino por el castigo de tu irritada esposa, pues en ese tiempo, ella te había suspendido esas otras garantías, las que solamente tú conoces, luego de pillarte la relación con una de tus numerosas amantes.
La guinda que corona el pastel de tus éxitos transitando el tortuoso camino de los 4 anillos, el profesional, el religioso, el político y el erótico fue cuando te otorgaron la Orden del Libertador, condecoración que obtuviste gracias a tu ascendencia y el poder que emanaba de la secretaria privada de un presidente de la República Real de Venezuela, quien para hacer más solemne el acto, en esa ocasión se disfrazó de militar de alto rango. Recuerdo que esa ceremonia tuvo una gran difusión por los medios de comunicación impresos y radioeléctricos. Yo también estuve presente, pues en ese mismo acto, me concedieron la Orden Mérito al Trabajo, en reconocimiento a mis 40 años de servicios en la administración pública. En resumen, dichas condecoraciones se derivaron de poco mérito para ti, pero demasiado trabajo para mi, por el trabajo que me costó lograrlo.
Como te habrás dado cuenta, al analizar el contenido de esta monserga, en el supuesto negado que alguna vez la vayas a leer, probablemente se desprendería la conclusión que, aún en medio de los paralelismos y contrastes de nuestra relación amistosa, las cosas funcionaron razonablemente bien, sobre todo porque, a pesar de los pesares, curiosamente siempre prevalecería el mutuo provecho, crematístico de tu parte, socialmente útil de mi parte.
EPÍLOGO
Pero todo tiene su final, y en este caso, la primera gran fisura en nuestra relación amistosa, se produjo el 4F, pues tu intuición política te llevó a observar que, de mi parte, percibirías una cierta satisfacción, al ver desfilar, de manera desafiante, tropas y tanques de guerra por toda la ciudad, viendo con asombro, cómo los gobernantes reculaban temerosos. Más tarde, también percibirías mi frustración, al ver mi actitud cuando abortaron el golpe. En tu caso, sucedió todo lo contrario. Pero si observé que a todo lo largo de esa jornada, se hizo evidente que el culillo te movió a rondar la sede de la Embajada de Colombia, por si acaso.
Al final, tu espíritu y el mío se nos arrugaban, al contemplar, alarmado, todo lo que sucedía a partir de la observación de la cara de circunstancia que exhibieron los fracasados golpistas.
Curiosamente, durante ese amanecer de tanto ruido de sables, el periquito desde tempranas horas, comenzó a cantar de lo más alegre. Luego, sus trinos fueron bajando de tono, en la medida que se hacía evidente el fracaso de la intentona golpista, hasta quedar, ya en horas de la tarde, completamente mudo.
En los días y meses posteriores a esa intentona golpista, los continuos y masivos cacerolazos de unánime protesta en contra del agonizante gobierno, te estuvieron atormentando, pero como viejo lobo de mar político, observé cómo oteabas el horizonte, al percibir un pestilente hedor a pólvora, hasta llegar al trágico día de aquel mes de mayo, cuando se hizo pública la renuncia del presidente de la República Real de Venezuela.
El alivio que pudo haberse producido en tu ánimo al primer momento, por el dedazo con que se eligió al anciano nuevo presidente provisional, creyendo, erróneamente, que podrías pescar en río revuelto, se te disipó en seguida, cuando observaste que los nuevos anillos del poder ahora lo ocupaba una tecnocracia en la cual, por razones obvias, te negaron toda aceptación o acceso
Posteriormente, nadando a contracorriente de toda lógica política, buscaste afanosamente una oportunista tabla de salvación, refugiándote en la precandidatura de una ex reina de belleza, pero todo fue inútil. Se hizo evidente que tus días de gloria habían ya fenecido, más aún, cuando despechado y temeroso de que el otro candidato te friera en aceite la cabeza, caíste en depresión profunda, atormentado por terribles pesadillas y complejos.
Tu situación se agravó al observar la arrolladora campaña electoral del recién llegado, un ex militar golpista, lo cual te acrecentó el odio, pero sobre todo la nostalgia de tus días mejores, cuando, al igual de lo que suele experimentar un marido cachón, eras feliz y no lo sabías.
Finalmente, recuerdo cuando nos citamos para encontrarnos en los alrededores del Ateneo de Caracas, para escuchar el discurso del candidato ganador en esas elecciones. Tu rostro sombrío y mi mirada expectante, siguieron con mucho interés las palabras del hablachento orador.
Al final, del evento, un frío pero fraternal apretón de manos, selló nuestra despedida hacia destinos muy diferentes. Creo haber observado, en esa penosa circunstancia, de tu parte, cómo una furtiva lágrima corría por tus vidriosas pupilas.
Por mi parte, con mis pasos lentos pero bien medidos, regresé en plena madrugada, a mi residencia, bajo el bullicio de las esperanzadas voces del populacho y el sepulcral silencio de los sectores burgueses de la ciudad.
Al llegar a mi apartamento, descubrí que el periquito había muerto unas horas antes. Mi cuerpo todo sufrió un espasmódico sacudón al intuir que algo significativo habría de suceder al ver premonitoriamente, el rígido cadáver de la avecilla.
Han pasado hasta el día de hoy, años y años sin cruzarnos una sola palabra. Sería presumible pensar que tendrían que haber mediado demasiados factores intervinientes y determinantes hasta llegar a este grado de enfriamiento, pero de todos modos, durante todo este tiempo sin comunicarnos, me sigue asaltando la duda razonable de si es que esa relación nuestra de ganar-ganar, estaría construida, tal como sucede con el planeta Saturno, con anillos de estructura gaseosa,
Por último, aunque pudiera ser también una mera coincidencia, algo me dice que el fin de nuestra amistad estaría subliminalmente asociado con la muerte del periquito, o sea del pájaro espino que cantó una sola vez en toda su vida.
De lo que sí estoy bien seguro es que al día de hoy, sigo siendo el mismo pelabolas de siempre. De igual manera, pienso que a estas alturas, tu vida probablemente habría continuado en franco descenso, deslizándose por un plano inclinado, por lo cual, todo parecería conducir a la irreverente conclusión de que, en mi caso, siempre administré mi vida con criterio de escasez, mientras que con la tuya, lo hiciste con escasez de criterio.
GILBERTO PARRA ZAPATA
gilparra60@hotmail.com
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