viernes, 8 de septiembre de 2017

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS




Advertencia: 
Cuenta la leyenda que la siguiente frase
 se la escribió El Hombre de La Mancha  
en un pergamino,  al inefable Sancho, su pana burda:  
“Se ha demostrado que sólo existen 
dos estilos de comunicación oral, 
los monólogos y los diálogos de sordos”.




Estimado (ex)  amigo:

De verdad no sé  por cual razón  me empeño en escribir una historia que nadie jamás escribirá, porque nunca nadie tendrá esa pluma tan eficiente, eficaz y   efectiva como para describirla fielmente.  Por tanto,  disculpa de antemano que te diga todas las cosas que se me van a ir  ocurriendo  por esta vía tan poco ortodoxa, de paso tan obsoleta, es decir, por medio de un  manuscrito, a sabiendas que las procesadoras de palabras  hace mucho tiempo que acabaron   con el tedioso método  del   lápiz y el papel. Pero, por una parte,   es tan absurdo lo que voy a comunicarte,   que si lo hiciere por esos  medios cibernéticos, siendo yo como tú sabes que lo soy,  un virtual analfabeta funcional de esa tan moderna modalidad  de comunicar ideas, lo más probable es que hasta  tú mismo dudarías de su autoría.  En otras palabras, podrías hasta pensar lo impensable, es decir,  que se trata nada más y nada menos, que de un corresponsal apócrifo. Por otra parte, y a  sabiendas de antemano que de ninguna manera lo vas a leer, sin embargo, me consuelo al suponer que  por lo menos sé que conoces demasiado   mi caligrafía Palmer. 

Lástima que no sea tu propósito leer esta vaina,  porque los acontecimientos que voy a relatarte, están teñidos de un misterio insondable, pues en algún momento, apareció,  así,  de repente, en mi  apartamento, un periquito, que sin  duda había escapado de su cautiverio,  y que, con toda seguridad,  después de volar desorientado por toda la ciudad, finalmente penetró en la sala de mi vivienda.  A continuación mi esposa lo atrapó,  y lo introdujo en una jaula, convirtiéndose a partir de ese momento, en una suerte de   barómetro  de los altos y bajos que irían  marcando el curso de nuestra relación amistosa.  
¿Por qué digo estas cosas?.  Tal vez sea pertinente hacértela  saber gradualmente.   
En primer lugar, visto y considerado,  así  lo afirmo de una buena  vez,  dado lo extenso de esta monserga, en esencia  un voluminoso  legajo  formado por una catajarria de libretas y más  libretas,  además,  ya  conocida por todos  tu proverbial flojera  para leer, sé que  de una buena vez   las vas a tirar al cesto de la basura, sin molestarte siquiera de  ver su contenido. Tal vez sea mejor así, porque si un tercero  llegare  a enterarse de este discurso,  de seguro se generaría un indeseable y voraz  incendio ideológico-político-social-religioso.  
En segundo lugar, empiezo por manifestarte mi aprehensión al desconocer, al menos en la medida de lo deseable,  las razones del porqué se terminó así tan de repente nuestra amistad.  Pero el hecho es que  tal exabrupto sucedió y no sé si de verdad valdría la pena indagar o profundizar en sus posibles  razones. 

En tercer lugar, está de por medio un lapo de tiempo de  22 años, 3 meses y 10 días, exactamente la duración de nuestra relación amistosa, y que de una buena vez, así lo  afirmo, no pudieron ni debieron pasar  en vano, sobre todo cuando se trata de esa etapa de la vida  cuando tú y yo ya no somos lo suficientemente joven como para  comenzar a  recordar,  ni lo  suficientemente viejo  como para no reflexionar. Por si todo esto fuera poco, afirmo que,  los buenos recuerdos no envejecen nunca.  

Sin más preámbulos, te reitero que mi estrategia va a consistir  en  ir  trascribiendo en el papel,  las  ideas que al voleo se  me vayan  ocurriendo,  pero  mi irrenunciable propósito será  que,  bajo ningún pretexto,  volvería  atrás para  enmendar nada de lo que vaya gradualmente escribiendo. Y, de manera terminal, afirmo,  si  es que en ese proceso  observo algún error, mentira u omisión, así  se tendrán que quedarse.    Lo juro solemnemente.  

Otra razón que tal vez habría para negarte a  leerla, es que su contenido  está escrito con ese  estilo que siempre resultó tan chocante parra ti, ese  que en  tantas  ocasiones me echaste en cara, pues  según tu criterio,  dizque debido a  mi profesión  de  contador mercantil,  mi  mente funciona como un frío mecanismo de relojería, y que en consecuencia,  me expreso solamente a través  de gélidas Ideas, carentes del combustible de alguna emoción,  etiquetadas por ti como  aburridos  esquemas   descriptivos, cual si se tratase de recetas de cocina.  En todo eso, indudablemente que  tienes toda la razón y los hechos que a continuación te iré describiendo, así lo habrán de  corroborar.   
Queda a salvo, sin embargo, recordarte que,  al yo no poseer aptitudes para la literatura, esta epístola,   desde luego no podrá etiquetarse ni de  poesía, ni de cuento, ni de crónica, ni siquiera de un ensayo, en razón que su  contenido tiene todas las características de un vulgar informe de auditoría, de esos que a ti siempre te molestaron,  porque en toda las circunstancias  lo consideraste casi como una maldición, como un dedo acusador hacia  tu no muy  limpio palmarés. 

En resumen, esta perorata  posee lo peor de un informe técnico y al mismo tiempo carece de  lo medianamente bueno  de una pieza literaria. Por esa razón, observarás que  está plagado de notas a pie de página, así como anexos y, por si fuera poco,   definiciones conceptuales de dudosa calidad.  O sea, se trata del un vulgar revoltillo de ideas, carentes en lo absoluto de  alguna coherencia.      

Pero para no seguir dando  bizantinas explicaciones, de una vez decreto un  cambio de  denominación   a  esa vaina  que desde siempre,  tanto tú como yo, solíamos denominar con el nombre de  Circuitos,  a  esos  cuatro elementos  claves en la vida de todo ser humano, a saber:  a) la profesión, b) la religión, c) la política y d) el amor.  
Puesto que desde aquí  en adelante, en soberano ejercicio de  mi voluntad, a esos 4 elementos claves, ahora me da la gana de denominarlos con el nombre de   Anillos, ahora muy  de moda, nacido una  vez  que surgió  esa serie interminable  de folletones de dudosa calidad, me refiero a  El Señor de los Anillos, producidas por  Hollywood, en los cuales, además, como bien lo sabes, el personaje protagonista de uno de  esos culebrones, al colocarse en su dedo unos de esos malditos anillos que cambian la suerte de las cosas, al volverse invisible de  repente, a partir de  toda esa saga, cabría imaginare  si  la comparación con la repentina ruptura de nuestra amistad, daría como resultado, igual número de  perturbadoras  coincidencias.     
Burla burlando, ahora sí  comienzo mi perorata: 

PRIMER ANILLO: 
La Profesión 

Pobre de solemnidad,  como siempre lo he sido,  la necesidad perentoria de ganarme la vida de alguna manera, me surgió en  plena adolescencia, cuando un  aciago día domingo,   me quedé descalzo, dado que  a mi único  par de  zapatos, le salieron  sendas troneras en las suelas.  Al no tener siquiera la opción de  comprarme un par de alpargatas, entonces, así como cualquier patenelsuelo,  comencé a trabajar como mensajero y, por ende,  ser explotado por un sucio capitalista, en una oficina donde debía realizar toda clase de diligencias,  en bancos, casas de comercio, oficinas de correos,  hasta de cabrón, tapareando las vagabunderías de mi jefe  con su  secretaria.  

Por contraste, tu caso fue radicalmente  diferente al mío, pues, como niño mimado por la vida,  tus padres tenían suficientes recursos como para  cubrir  todos tus  gastos,  caprichos y necesidades,  sin que ellos  te pidieran nada a cambio, ni siquiera que estudiaras.  Cuando te dio la gana, más por aburrimiento que por otra cosa, comenzaste a frecuentar los lugares de la bohemia de Caracas, el Triángulo de las Bermudas, en Sabana Granade, vale decir el Camilo’s, el Franco’s y el Vecchio Molino, donde se daban cita, artistas plásticos, escritores,  músicos y alguna que otra prostituta de ocasión,  ¡Qué vida tan dura!
Supongo que nos conocimos una noche cualquiera en la Cervecería Munich, entonces ubicada  en la urbanización Los Caobos, coincidiendo ambos  en una de esas rondas etílicas que solían compartir,   entre espumas de cerveza alemana, los presuntos bohemios pobres, aquellos que como yo, a  duras penas bebemos  licor solamente para divertirnos. Fue un   encuentro de  forma causal, (no casual), contigo y tus panas, es decir, aquellos artistas que ejercen la bohemia en forma profesional. 
De esos primeros eventos etílicos,  hoy conservo un recuerdo, no exento de  envidia, pues,  mientras tú  disfrutabas de la buena vida burguesa, yo apenas realizaba un curso de contabilidad elemental de 6 meses de duración en la Academia Americana, dejando a un lado mi sueños dorados,   y comenzar a afrontar la dura realidad de lidiar con el árido mundo de los balances y asientos contables. 
Como era de esperarse, en esos tiempos, sufría  en carne propia la humillación de quienes me tocaron como jefes, ciertos inmigrantes europeos que vinieron a este país huyendo de la Guerra Civil Española, de la Segunda Guerra Mundial y de la Revolución Cubana, estos últimos, miles de sujetos  expulsados por Fidel Castro,  todos ellos cuasi  analfabetas de las ciencias contables, pero  suma cum laude en jaladeras de  bolas.  Por esa misma razón, individuos  guapos, y   apoyados,   de paso también explotados y abusados  por la gerencia de  las empresas trasnacionales donde yo, al igual que ellos,   prestábamos nuestros servicios.  
¿Cuál sería entonces mi reacción? Indignado por  esas humillaciones,  más por arrechera que por deseos de superación, me inscribí varias veces  en la Universidad Central de Venezuela, para cursar la carrera de Contaduría  Pública,  y esas tantas veces, debido a esa  misma arrechera, deserté de los estudios. Esas contumaces calenteras  terminarían un día cualquiera, cuando,   gracias a tus buenos oficios, ingresé, tal como lo haría   el conejito del   cuento de Alicia en el País de las Maravillas,   en forma vitalicia, en la privilegiada nómina de los  funcionarios de carrera en la administración pública, convirtiéndome a partir de allí,  en un gris burócrata.  
En tu caso particular, coincidiendo en el tiempo, tratándose de  alguien como tú,  que nunca tomaste nada en serio, que ni siquiera intentaste cursar estudios de ninguna clase, comenzarías a  partir de entonces, y hasta nuevo aviso,  a  asumir la  muy creativa carrera de desempleado crónico. 
Lo curioso de todo esto, salvo error u omisión, luego de recorrer ambos en paralelo, este  camino tan largo y riesgoso,  hoy día reflexiono, si  ese estatus laboral que asumió cada quien por su lado, y que nos confrontó tantas veces en nuestros respectivos intereses, no sería el disparador  de nuestras actuales desavenencias.   
Una conclusión provisional de todo este desaguisado,  me lleva a observar lo curioso de nuestras vidas paralelas: 
a) No obstante nuestra condición de ser, cada quien  a su manera, semerendos pelabolas, yo en lo económico,  pero   en tu caso,   tanto en lo laboral  como  en lo espiritual. Sin embargo, nos envidiábamos el uno al otro,  cual si se tratare de las dos caras de una misma moneda, tal como se representan en las caretas del teatro griego, la cara sonriente de la comedia,  versus  la cara arrecha  de la tragedia.  Es decir, como si cada quien aspirara, tal y  como una misión en la  vida,   asumir el lugar del otro.   
b) Hoy día, sin embargo, al colocar todo esto en perspectiva, mi mente cuadrada de contador mercantil  observa  tantas aristas, así en    el debe como en el haber, que a estas alturas  no sabría identificar  a favor de quién  de nosotros  dos,  se inclina el balance.   

SEGUNDO ANILLO
 La Religión 

Una cosa es la profesión, oficio de este mundo,  pero  más importante serían  nuestras respectivas trascendencias, incluso más allá de la muerte, y allí estimo que  tal vez por ese flanco,   a la hora de medirnos, se hizo evidente el contraste  brutal  entre dos modos de ver lo inmaterial, lo  existencial y la transitoriedad de la vida terrena.  

De esta manera razono:
a. Por tu  parte,  siempre fuiste un creyente (creyón),  devoto de todos los santos y vírgenes que pueblan la vía láctea. 
b. Por mi parte,  asumir   en forma vitalicia  la idiotez de representar el papel  de un supuesto ateo  trasnochado, con la mente envenenada  por cuanta teoría materialista  se atravesara en el camino. Sin embargo, me sentía protegido de influencias extrañas,  al tomar la precaución de  vacunarme muy oportunamente, contra el virus de la religión, es decir, del  opio del pueblo 
Demasiado  visceral en tus creencias, nunca me perdonaste que yo, solamente  por razones estrictamente sociales, aceptara   bautizar a tu hijo mayor, sin que de mi parte nunca  hubiera reciprocidad  hacia ti cuando nacieron los míos.  Aunque hechos posteriores me convencieron de  contundentes  razones para no corresponderte,  igual se frustró tu deseo de  que alguna vez  asumiéramos   tú  y yo, la condición de ser  doble compadres.  

TERCER ANILLO: 
La Política

Nunca en la historia de la humanidad, existió un caso más patente (y patético) de contradicción entre dos buenos amigos, por mi parte, un sempiterno militante de la izquierda trasnochada  versus un oportunista de siete suelas como  siempre fue  tu trayectoria en la vida.   

Si es que tiene alguna validez la identificación de diferencias entre la  gimnasia y  la magnesia, allí precisamente  comenzaron a  trastocarse  los papeles, pues el supuesto pragmático sostuvo toda la vida su  militancia socialista, mientras que el otro, supuesto místico creyente (creyón), de idealismos religiosos,  cambiaba su militancia política con la misma frecuencia con que cambia el curso del viento,  como esas veletas que se mueven dependiendo de dónde soplara la brisa bienhechora  del gobierno de turno. 
Hoy día me hago la  inevitable pregunta: ¿qué tanto ayuda el pragmatismo al idealismo y vice-versa?

CUARTO ANILLO: 
El Amor

Existen ciertos sujetos como tú, a quienes   casi sin ningún esfuerzo,  parecen caerles del cielo  las mujeres,  ponerlas  de rodillas y de allí, sin demasiado protocolo,  llevarlas a  la cama.  Esa cualidad, en casos como el tuyo, la valoro cual si fuera una vulgar transacción mercantil entre  Imán o carisma, a cambio de no serle nunca fiel a nadie, ni a tu esposa ni a las esposas de tus compadres, razón por la cual  siempre procuré que mi consorte  marcara prudente distancia ante  tu amenazadora presencia.  

En mi caso, convencido de que nada ni nadie  es químicamente puro, ni siquiera aquellos sujetos  que se jactan de ser monocucos,  simplemente apelo a los  principios derivados de la teoría del valor, aplicando en tono menor,  según las circunstancias, el valor de uso y el valor de cambio, por lo cual,  en tu caso, simplemente,  solías  cambiar tan fácilmente las mujeres que usabas. 
Como pareciera  entenderse,  el desenlace  de esta ecuación es que al compararnos el uno al otro,  se confrontan, como lo es  tu caso,   un imán  para atraer vírgenes y putas por igual, (50% en  cada una de estas categorías), en contraste con  mi caso personal, siendo yo un patito feo en relación con mi atractivo hacia las mujeres, por lo cual siempre estuve completamente desubicado en un polo  que parecía  destinado por la providencia  a amanecer todos los días  en la misma cama.  

COROLARIOS

Ya te he descrito, en forma general,  el marco de referencia y las coincidencias y desencuentros en los cuales se basaron los altos y los bajos de  nuestra relación amistosa.  Esos ciclos, la mayoría de las veces contradictorios,  se fueron reflejando, con mucha precisión, en la  conducta del periquito: alegre y saltarín,  cuando las cosas iban bien,  de lo contrario,  entonces el animalito se mostraba triste, inapetente y silencioso.  Todo eso me llevaba a pensar en su  sensibilidad muy singular, que a la luz de los hechos, me atrevería a afirmar que son muy superiores   a la de los seres humanos que lo rodeaban. Es tanto así, que generalmente, mientras  la mayoría de los mortales consulta el  horóscopo del día, en cambio,  a mí me  bastaba con observar el  estado de ánimo de esa avecilla.  
Con relación a la otra cara de la moneda, a  continuación, te iré describiendo los acontecimientos más resaltantes que, in crescendo, terminaron por ponerle punto final a nuestra amistad.   
Comienzo por felicitarte por tu agudo olfato político, pues  siempre acertaste  en tus pronósticos en cuanto al  candidato presidencial y el partido que a la postre resultaría   ganador en cada elección. En  cambio, para mi desgracia,  yo poseía, y aún poseo, un pésimo olfato, porque todo en política me hiede a mierda.  
En segundo lugar, desde ya te digo que tu éxito en el negocio de la política, comenzó cuando, en calidad no de invitado, sino más probablemente aún en calidad de  coleado, estuviste presente en la tan cacareada  fiesta de 15  años, celebrada en el Hotel Caracas Hilton, donde la dueña del sarao, en un acto  de arrogancia y rastacuerismo muy propio de nuevo rico, liberó de su jaula a  15 periquitos, los cuales se esparcieron por los cielos de Caracas.  Ese repudiable  gesto de crueldad hacia los animales, pues seguramente todos estarían destinados a  morir de mengua, lejos de merecer el repudio de una sociedad ahíta de petrodólares, antes por el contrario,  marcó  la apoteosis de las glorias y de las miserias de  aquellos años de la Gran Venezuela,  
En tercer término, desde la visión  de funcionario público, donde  por largos años estuve inmerso,   precisamente por vivir en el vientre de la politiquería, pude darme cuenta de cómo, con tanta fruición, alternativamente, salían corriendo blancos y verdes, según fuera el resultado de las elecciones, pero a la vez observar con gran  asombro, cómo,  en tu caso personal,  botabas el viejo carnet del partido perdedor, y a continuación, así, sin anestesia y sin nada, poniendo en acción tu astucia, en ocasiones con un gran  cinismo,  te otorgaban el nuevo carnet del partido ganador.   
Del único partido de donde nunca te saliste, pues te lo vacilabas, fue el de la bohemia de la República Ficcional del Este, sobre todo cuando uno de los presidentes de la República Real de Venezuela,  comenzó a otorgar   migajas a los intelectuales de izquierda.  Mientras que en mi caso, apenas si saldría  beneficiado en alguna de esas coladas,  quien sí lo exprimió  hasta la saciedad todas  las oportunidades,  fuiste tú.  
A propósito del caso, recuerdo que en una de esas volteretas, para asombro hasta de ti mismo,  te nombraron, nada y nada menos,  Director de Cultura en algún ministerio. Más tarde fuiste Cónsul en alguna isla del Caribe. Por cierto, que allí  no calentaste la silla de tu escritorio, sino más bien  el  mullido  sofá colocado estratégicamente en un rincón de tu oficina,   donde tantas veces  te acostaste  con  damiselas a quienes aplicabas la inefable operación colchón.   En mi caso,  lo digo con toda humildad, la única operación colchón que alcancé a aplicar,  en toda mi larga vida, fue cuando le compré a uno de mis hijos, en una  chivera ubicada  en Catia, un desmirriado catre con su respectivo colchón usado, que, dicho sea de paso,  apestaba de orín y excrementos.  

Más aún, durante casi todos los  años de  mi carrera de funcionario público, casi nunca  ejercí cargos  fijos, o sea, casi siempre trabajé bajo la precaria  condición de  supernumerario.  Mientras tanto, a través de la corrupción administrativa, que con tanta astucia explotabas, en esa medida, se engordaba  tanto  tu corrupta chequera como  las de tus compinches.  
Otro episodio del cual siempre te estaré agradecido, por haberme permitido ganar  algunos churupos,  fue cuando ingresaste  al primer anillo de poder de un presidente de la  República Real de Venezuela, donde tuve el chance  de llevar la contabilidad de los gastos de la partida secreta de ese sujeto, una  partida secreta de dos caras, la  monetaria del ministerio, pero también la otra, esa que   secretamente guardan  ciertas mujeres en su entrepierna. 
Hasta me  da risa recordarlo, pero a través de tus sólidos vínculos con la jerarquía católica, en cierta ocasión  viajaste  a la Ciudad del  Vaticano con los gastos pagados, para que le dieras personalmente  la buona sera  a Su  Santidad el Papa. En cambio, por esos días,  yo sufrí un tremendo resbalón y me fracturé  un brazo,  gracias a la buena cera con que pulían  los pisos del ministerio. 
Ese mismo fervor católico que siempre profesaste, te permitió empatarte  con los 12 apóstoles, en especial el Apóstol Pedro, el banquero.  En mi caso, te agradezco  haberme conectado con el apóstol Diego, el de los autobuses Ikarus, donde, por un cierto tiempo,  me dieron una   chambita como contador,  lo cual me permitió ponerme en  unos churupos extras.           

Toda la vida te agradeceré que  gracias a tus buenos oficios, me hayan adjudicado  un apartamento del Banco Obrero,  situado en el piso 12 de un bloque de 15 pisos.  Allí,  ciertamente,  viví gratiñán con mi familia  por muchos años. De paso, mi  salud se fortaleció, pues   con harta   frecuencia fallaba el ascensor,  por lo cual llegué  a  desarrollar esos  tremendos músculos en mis piernas que hoy exhibo con tanto  orgullo.   
Dos cosas más te agradezco, la primera, que me conseguiste una modesta beca para uno  de mis hijos. La otra,  fue la palanca que utilizaste  para sacarme  de los calabozos de  la Digepol, donde estaba preso por agitador político.   De lo contrario, con toda seguridad, me habrían “desaparecido”, en algún Campo de Concentración. En gesto de gratitud, recuerdo haberte presentado a una camarada,   luchadora de izquierda como yo,  a la sazón, compañera de  prisión, quien luego de acogerse a   la amnistía del gobierno socialcristiano,  por coincidencia o por lo que fuere, posteriormente, por esas volteretas  de la política,  esa ex camarada,  llegó a convertirse en una de  tus numerosas  amantes. 
Recuerdo también que a través del programa social de  venta de  leche a precios subsidiados, en los barrios pobres de Caracas, me dieron la oportunidad de convertirme en distribuidor del producto, pero, siguiendo  tu ejemplo oportunista, llegué a  ganarme unos churupos extras,  pues en vez de venderla a los necesitados, como sería mi deber hacerlo,  la desviaba para vendérselas a los chicheros. Esa manguangua la conseguí Gracias a Ti,  por tu influencia en el cercano anillo de un candidato presidencial a quien  con tanto fervor apoyaste en su campaña electoral.  

No puedo dejar por fuera mi eterna gratitud por los tragos de buen güisqui, champaña  y exquisiteces  que me brindabas, gratuitamente,  al permitir colearme en tantos saraos  celebrados en lujosos restaurantes del este de Caracas. Por si fuera poca cosa,  también me divertía en grande escuchando las disertaciones de tus compinches poetas e intelectuales de la República Ficcional del Este. Mi modesta  compensación hacia tu persona,  por tantas rumbas y placeres disfrutados,   fue acelerar  los pagos de tus facturas, aprovechándome de  cierta influencia que yo llegué a cultivar    en los diferentes  departamentos de finanzas de los ministerios.  
Otro hecho que nunca se me olvida, es que posterior al  Caracazo, bajo el imperio del  toque de queda decretado por el gobierno,  por elementales razones de seguridad, en las noches  yo me refugiaba humildemente en mi apartamento.  Tú en cambio, lo hacías de una manera muy astuta, solías  reunirte en medio de ruidosas francachelas etílicas  compartiendo con tus compinches en alguna lujosa vivienda, donde no faltaría algún devaneo amoroso con bellas damiselas.  Ergo, a mí  en lo personal, no me afectaba  el decreto de suspensión de garantías dictado por  el gobierno, pero a ti sí, no por la acción de las autoridades civiles y militares,  sino por el castigo de  tu irritada esposa,  pues en ese tiempo, ella te había suspendido esas otras garantías, las que solamente tú conoces, luego de   pillarte  la  relación con una de tus numerosas  amantes. 

La guinda que corona el pastel de tus éxitos transitando el tortuoso camino de los 4 anillos, el profesional, el religioso, el político y el erótico fue cuando te otorgaron la Orden del Libertador, condecoración que obtuviste  gracias a tu ascendencia y el poder que emanaba de la secretaria privada de un presidente de la República Real de Venezuela, quien para hacer más solemne el acto, en esa ocasión se disfrazó de  militar de alto rango.   Recuerdo que esa ceremonia  tuvo una gran  difusión por los medios de comunicación impresos y radioeléctricos.  Yo también estuve presente, pues en ese mismo acto, me concedieron la Orden Mérito al Trabajo, en reconocimiento a mis 40 años de servicios en la administración pública.  En resumen, dichas  condecoraciones se derivaron de  poco  mérito   para ti, pero demasiado  trabajo  para mi, por el trabajo que me costó  lograrlo.        
Como te habrás dado cuenta, al analizar el contenido de esta monserga, en el supuesto negado  que  alguna vez la vayas a leer, probablemente se desprendería la conclusión que,  aún en medio de  los paralelismos y contrastes de nuestra relación amistosa, las cosas funcionaron  razonablemente bien,  sobre todo porque,  a pesar de los  pesares,  curiosamente siempre prevalecería el mutuo provecho,  crematístico de tu parte, socialmente útil de mi parte. 

EPÍLOGO

Pero todo tiene su final, y en este caso,  la  primera gran fisura en nuestra relación amistosa, se produjo el 4F, pues tu intuición política  te llevó  a observar que,  de mi parte, percibirías  una cierta satisfacción,  al ver desfilar, de manera desafiante,  tropas y tanques de guerra por toda la ciudad, viendo con asombro, cómo  los gobernantes reculaban temerosos. Más tarde, también percibirías mi  frustración, al ver   mi actitud cuando abortaron el golpe.  En tu caso, sucedió todo lo contrario. Pero si observé que a todo  lo largo de esa jornada, se hizo evidente que el  culillo te movió a rondar la sede de la Embajada de Colombia, por si acaso. 
Al final, tu espíritu y el mío  se nos  arrugaban,   al contemplar,  alarmado, todo lo que sucedía  a partir de la observación  de la cara de circunstancia que exhibieron  los fracasados  golpistas.   
Curiosamente, durante ese amanecer de tanto ruido de sables,  el periquito desde tempranas horas, comenzó a cantar de lo más alegre.  Luego,  sus trinos  fueron  bajando de tono,  en la medida que se hacía evidente el fracaso de la intentona golpista,  hasta quedar, ya en horas de la tarde,  completamente mudo. 
En los días y meses posteriores a esa intentona golpista, los  continuos y masivos cacerolazos de unánime protesta en contra del agonizante gobierno,  te estuvieron atormentando,  pero como viejo lobo de mar político, observé cómo oteabas el horizonte, al percibir un pestilente hedor a pólvora, hasta llegar al  trágico día de aquel  mes de  mayo,  cuando se hizo pública la renuncia del presidente de la  República Real de Venezuela.   
El alivio que pudo haberse producido en tu ánimo al primer momento,  por el dedazo con que se eligió al anciano  nuevo presidente provisional, creyendo, erróneamente,   que podrías pescar en río revuelto, se te disipó en seguida, cuando observaste que los nuevos anillos del poder ahora lo ocupaba una tecnocracia en la cual, por razones obvias,  te negaron toda aceptación o acceso  
Posteriormente, nadando a  contracorriente de toda lógica política,  buscaste afanosamente una oportunista tabla de salvación,  refugiándote  en   la precandidatura de una  ex reina de belleza, pero todo fue inútil.  Se hizo evidente que tus días de gloria habían ya fenecido, más aún, cuando despechado y temeroso de que el otro candidato te friera en aceite  la cabeza,  caíste en depresión profunda, atormentado por  terribles pesadillas y complejos.  
Tu situación se agravó al observar  la arrolladora campaña electoral del recién llegado,  un  ex militar golpista, lo cual   te acrecentó el odio, pero sobre todo la nostalgia de tus días mejores, cuando, al igual de lo que suele experimentar  un marido cachón,  eras feliz  y no lo sabías.  
Finalmente, recuerdo cuando nos citamos para encontrarnos  en los alrededores del Ateneo de Caracas, para escuchar el discurso del candidato ganador en esas elecciones. Tu rostro sombrío y mi mirada expectante,  siguieron con mucho interés  las palabras del hablachento orador.  
Al final, del evento, un frío pero fraternal  apretón de manos, selló nuestra  despedida hacia  destinos muy diferentes. Creo haber observado, en esa penosa circunstancia,  de tu parte, cómo una furtiva lágrima corría por  tus vidriosas pupilas. 
Por mi parte, con mis pasos lentos pero bien medidos, regresé en plena madrugada, a mi residencia, bajo el bullicio de las  esperanzadas voces del populacho y el sepulcral silencio de los sectores burgueses de la ciudad. 
Al  llegar a mi apartamento, descubrí que el periquito había muerto unas horas antes.  Mi cuerpo todo sufrió un espasmódico sacudón  al intuir que algo significativo habría de suceder al  ver premonitoriamente, el rígido cadáver de la avecilla. 
Han pasado  hasta el día de hoy, años  y años sin cruzarnos  una sola  palabra.  Sería presumible pensar que tendrían que haber mediado   demasiados factores intervinientes y determinantes hasta llegar a este grado de  enfriamiento,   pero de todos modos, durante todo este tiempo sin comunicarnos, me sigue asaltando  la  duda razonable de si es que esa relación nuestra de ganar-ganar, estaría  construida, tal como sucede con el planeta Saturno,  con anillos de estructura gaseosa, 
Por último, aunque pudiera ser también una mera coincidencia,  algo me dice que el fin  de nuestra amistad  estaría subliminalmente asociado  con la muerte del periquito, o sea del pájaro espino  que cantó una sola  vez en toda su vida.  
De lo que sí estoy bien seguro es que al día de hoy,  sigo siendo el mismo pelabolas de siempre.  De igual manera,  pienso que a estas alturas, tu  vida probablemente habría continuado en franco descenso,  deslizándose  por un plano inclinado, por lo cual,  todo  parecería conducir a la  irreverente conclusión de que, en mi caso,  siempre administré mi vida con criterio de escasez, mientras que  con la tuya,  lo hiciste con escasez de criterio.   

GILBERTO PARRA ZAPATA
gilparra60@hotmail.com

Sitio web de la imagen: https://es.dreamstime.com/foto-de-archivo-libre-de-regal%C3%ADas-cuatro-anillos-image8756515

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